2007-05-28

Cortázar: una docencia surrealista

Hoy no dormí. Apenas dos horas robadas a la mañana entre cantitos de pájaros y rendijas que dejan pasar demasiada luz. Llegó el día y el cerebro no tuvo más que decir "ya me las pagarás". y aplazar su dosis de cafeína para más adelante. Hoy fue un día de no parar, de venir a decirse "pero si hoy no te toca"... "¡pelotudo, por qué no dijiste que no! ¿Por qué inventaste una excusa?, lo que sea para no venir", borrarse, escaquearse, pirarse, desertar... Los favores, ¿de qué sirven? Si es la última semana. Si, total, no pagan. Eso, sin duda, habría sido lo razonable.

La lógica de mi cerebro dormido no esperaba que hoy, hablando sobre Cortázar, una clase, con el último bocado en el estómago aún, apareciese el recuerdo de aquello que nos hace felices. El teatro total de la docencia abrió su telón y volvieron las lecturas perdidas y el eco olvidado entre tantos obstáculos, cansancios y espaldas que se ofrecen a no verte, de una pasión: la literatura. Y de otro escenario, la comunicación entre un profesor y sus alumnos (con lo raro que es eso).

6 comentarios:

Ra dijo...

He tenido que preguntar tu nombre.

Soy una extraña cuasi-licenciada en Políticas que aterriza de cuando en vez en Letras, una "extranjera" que por su ávido interés por la literatura se matricula en Hispánica para continuarla en Santiago. Por toda esta desubicación, no tenía el gusto de conocerte.
Acabo de llegar de tu clase.
Intentando localizar tu mail (lo dejé en la pizarra), he dado a parar aquí, entrometida. Mis disculpas.
Después de leerte, tenía que comentar, claro. Y después de escucharte, yo, que soy humilde amante de Cortázar, me he quedado con más ganas. Si te sirve.
Lejos del peloteo, y de que pueda parecerlo, sólo me queda decir que aún estando en primera fila, mi espalda no se ofrecía a no verte, que da gusto oirte hablar de Todos los fuegos...y bla, bla, bla, y que, si no es molestia, me dejes el mail (mi idea era dirigirme a Ángel, pero tras la clase cambié de opinión).
Un saludo, Jesús.

Jesús dijo...

Estimada ra,

gracias por tus palabras, yo también disfruté mucho con la clase. Además, hacía mucho tiempo que no lo pasaba tan bien. Cortázar es así. Yo estoy en la docencia universitaria por algunas clases que iluminaron lecturas impartidas por, entre otros, Ángel Esteban; si te diriges a él no te va a defraudar y te va a orientar mucho mejor que yo. No obstante, para cualquier cosa en que humildemente te pueda ser útil. Mi correo está en la web del departamento.

PD. Me encantó tu blog. Seguimos en contacto.

saludos,

Ra dijo...

Gracias, Jesús, por tu respuesta. Sinceramente espero que no te molestase este entrar sin llamar en tu intimidad cibernáutica, con fines académicos.
Solicito tu venia para convertir estas Historiasdeotros en un link de mi página. (A mí también me ha encantado el tuyo). Saludo

Jesús dijo...

No sé si existe esa intimidad cibernáutica,

Toda la venia,

Nos escribimos,

Jesús

Lu dijo...

Aunque parezca que de pronto los "malakatones" escriben es tan sólo mi nombre de guerra.
Creo que he llegado aquí a través de la página de Carlos Siles que de vez en cuando le visito, y no puedo creer que esté escribiendo en el blog de mi ¡profesor de latín! ¿de verdad?. :)
He visto en tus enlaces que tienes a "La barca de Sua" amarrada, ¡y me encanta que lo hayas hecho! Son amigos míos, algunos de (casi) toda la vida. Espero verte en algún concierto suyo.

Nada Jesús, soy Lucía, no se si te acordarás de mí. Hace poco, o a primeros de curso -no recuerdo bien- nos cruzamos en Letras. Sólo quería saludarte, y mandarte un beso!

Jesús dijo...

´Lucía,

claro que me acuerdo de ti. Y sí, es mi blog. Te agradezco tu visita. Lo abrí en un principio para promocionar mi libro de cuentos. La Barca de Sua es parte de la vida de mi amigo Ignacio. Compañero de años en Letras, buen poeta y excelente músico. No frecuento mucho los conciertos, la verdad.

Vuelve de vez en cuando,

y mucha suerte en lo que andes,

Jesús.

"Sin embargo yo creo que aquel niño se fue con ellos y todos juntos viven con otras personas y es a ellos a quienes los muebles recuerdan. Ahora yo soy otro, quiero recordar a aquel niño y no puedo. No sé cómo es él mirado desde mí"

Felisberto Hernández, "El caballo perdido".