2009-10-20

Desapariciones


Me levanté esta mañana decidido a concluir mi dichoso artículo sobre los primeros cuentos de un autor latinoamericano. Tras una jornada de lucha intelectual e innumerables interrupciones en forma de llamadas telefónicas, urgencias cotidianas de mi hija y reproches de mi esposa por haber olvidado las mínimas obligaciones de la rutina, al fin, a medianoche, cuando ya toda mi familia se dormía, he logrado poner el ansiado punto final de la victoria. Me levanté a la cocina a tomar agua. El vaso resbaló de mis dedos para hacerse añicos contra el suelo: hubo un nuevo apagón en el barrio. A su regreso, la luz me ha traído la horrible certeza de que el dichoso archivo ha desaparecido y con él todo un día de trabajo se ha borrado. Ahora, que no sé dónde puede estar ese archivo, pero tampoco mi Mac, ni el escritorio en el que escribía, ni recuerdo si tuve alguna vez un despacho donde pasaba las horas. En el lugar donde debía estar la puerta puedo ver el blanco humo de la pared. He buscado en vano a mi mujer e hija en el dormitorio contiguo: siempre he vivido en este estudio que me resulta ajeno sin las fotografías que dudosamente recuerdo decorándolo. Un vecino, del otro lado de la calle, en un estudio igual al mío, escucha en su ordenador a todo volumen y la ventana abierta la misma machacona canción de Ryan Adams que yo escucho cuando escribo y he llegado a odiar tras todos estos años. Tantas despariciones detrás de un solo archivo son demasiado: reconozco haber pensado en arrojarme desde el balcón, pero tampoco lo hay en este monoambiente, así que he decidido no hacerme problema, sentarme en mi sillón de terciopelo verde y encender el televisor. Dan un episodio del Correcaminos.

3 comentarios:

Esteban dijo...

Me ha gustado este cuento.

Al final no nos vimos. La próxima en Navidad. He regresado a UK.

Un abrazo

Jesús dijo...

Avisa cuando vengas. No sabía que ya te marchabas.

Un abrazo,

Soledad Arrieta dijo...

Muy buen texto, me atrapó, muy interesante!
Cariños!

"Sin embargo yo creo que aquel niño se fue con ellos y todos juntos viven con otras personas y es a ellos a quienes los muebles recuerdan. Ahora yo soy otro, quiero recordar a aquel niño y no puedo. No sé cómo es él mirado desde mí"

Felisberto Hernández, "El caballo perdido".