2009-09-02

Vacaciones


1.

Dicen que en Almuñécar hay gente que trepa por los acantilados, se sienta sobre sus cornisas de roca, se reúne a media noche aferrándose como pueden a las piedras, mientras el mar golpea y silba y muge intermitentemente.

Cuentan que esperan hasta la raya del alba, hasta que rompe la última ola de la noche. Y entonces, desde cada playa, puede oírse la ovación de cientos de gargantas y manos, batiendo al unísono. Por más que se los busca, una vez amanece no queda rastro de ellos, salvo quizás algún resto, zapatos o guantes húmedos, abandonados en su huida. Se cree que se escurren entre las grietas, hasta la noche siguiente.
2.

Este es un relato verídico.

A mi regreso al hotel, desde el paseo, veo cómo se extiende ante mí la hilera de farolas encendidas en la apacible noche de agosto, una serpiente de luces ondulando según la caprichosa forma del acantilado del Cotobro. Todas lucen salvo una. En el río luminoso se abre un halo oscuro, un boquete de tiniebla que deshace la armonía. Su vacío se me antoja un corazón latiendo de sangre negra todo el conjunto. Entonces, desde ese extremo oscuro de la realidad, escucho los primeros ladridos de un perro que reconozco, esperándome, como venido del otro lado de un cuento de Cortázar.

3.

Las últimas tardes de agosto tienen algo como del fin de una vida. Cada día amanece una luz de domingo que arrastra como una espátula invisible toda impureza, los vicios y juguetes de la noche anterior, dejando su crueldad desnuda que se rompe algunas veces- cuando el sol no quema y las familias se retiran en su estrés incansable de peleas matrimoniales, niños llorando, con su nevera, el hinchable, la sombrilla, la suegra, el abanico y/o el ventilador a pilas- en una tibia melancolía de mujeres doradas y algún grito apagado bajo el cielo sin nubes.

1 comentario:

Bobby dijo...

Caro amigo, y el septiembre, qué tal va septiembre? Un abrazo

"Sin embargo yo creo que aquel niño se fue con ellos y todos juntos viven con otras personas y es a ellos a quienes los muebles recuerdan. Ahora yo soy otro, quiero recordar a aquel niño y no puedo. No sé cómo es él mirado desde mí"

Felisberto Hernández, "El caballo perdido".