2010-12-25
Biutiful
Es la palabra inglesa deletreada por Uxbal que la escribe así ante la pregunta de su hijo de siete años al hacer sus deberes de inglés. Es la palabra escrita en un dibujo infantil pegado en la nevera de un niño golpeado por su madre desequilibrada y presumiblemente adicta a varias sustancias que lo castiga abandonándolo solo en su casa durante un viaje. Biutiful es una fotografía de un awful world. La historia de Peter Pan a la inversa, donde el desamparo y el abandono no se subliman en fantasía sino que se muestran, en ocasiones con un énfasis excesivamente miserabilista, sin concesión alguna a un contrapunto humorístico que haga entrar algo de oxígeno en los pulmones encharcados de lágrimas de los espectadores. Por formación, uno tiende a leer la ideología, haciendo algo de sociología hacia adentro, es decir, atendiendo al cómo y al qué se representa en una obra de arte (cine, literatura, pintura, etc.). Si hubiera tenido que pensar un artículo sobre Biutiful habría dicho que es un análisis del mercado, de los mundos dentro del mundo, de lo global y lo local. Si bien en este caso el foco está, como en The Children of Men, en un sujeto (Bardem) desorientado que media entre las diferentes desgracias de los perdedores de la globalización, inmigrantes chinos y senegaleses. Bardem está de nuevo soberbio. Interpreta a un padre de familia, un delincuente que media entre empresarios corruptos y esclavos y saca tajada, enfermo de cáncer, que termina entregando todo su dinero a una mujer africana madre a su vez de un bebé que por azar y humanidad acaba alojando en su casa, con la esperanza de que, tras su muerte, ésta no abandone a sus hijos. Un padre que no ha construido ninguna estructura mínimamente sólida en su vida y que sin embargo ama a sus hijos y no sabe cómo hacer para resolver las cuentas pendientes para poder morir en paz. Sus hijos son una estampa de la inocencia y el desamparo absolutos, la vida de Uxbal y de lo que le rodea, de la espiral implacable de la desesperación. Lo social y lo personal conectan por el vértice de la incertidumbre. Biutiful es el retrato de un conjunto de incertidumbres y precariedades superpuestas. La precariedad en que consiste una forma de vida se sustenta sobre la precariedad de la existencia de una vida en el eslabón inferior. Los seres humanos como tigres con crías hambrientas de los que no poder fiarse. Sin la estructura brillante y caleidoscópica de Amores Perros o 21 gramos, en parte por un cambio de guionista, la película se sustenta en el foco del personaje hipercomplejo de Bardem. El monstruo de Iñárritu (el padre, la culpa, la posibilidad de dejar algo a los hijos, la muerte o lo que hay más allá) campa a sus anchas eclipsando otras lecturas de la película, copando cada milímetro de la cinta. Por eso se le atragantan al espectador las ganas de pensar la película de nuevo. Acabó y no hubo, como nos gusta, charla en un bar con una copa o una cerveza delante. A mi acompañante y a mí nos costó levantarnos de la butaca. Hundidos. Para casa. Si bien es una buena película, interesante, no fue el plan ideal para un fin de semana. Será que uno, como Uxbal, es padre y ha dejado de ser hijo. Y más o menos eso nos ocurrirá a todos.
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"Sin embargo yo creo que aquel niño se fue con ellos y todos juntos viven con otras personas y es a ellos a quienes los muebles recuerdan. Ahora yo soy otro, quiero recordar a aquel niño y no puedo. No sé cómo es él mirado desde mí"
Felisberto Hernández, "El caballo perdido".
Felisberto Hernández, "El caballo perdido".
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