Se puede ser feliz.
Hay que abrir el espacio
pulsando en la pantalla,
deslizar por tu imagen, exultante,
nuestros dedos apenas,
cuando, vertiginosa, te vas y reapareces
sonriente, estudiada, ante algún monumento.
O escribir, por ejemplo, que te gusta la nieve,
los viajes, los deportes, las frases ingeniosas.
Tus doscientos amigos,
los veintidós en común que nos enlazan,
y tu página web,
que has titulado
aprovechaelmomento, lo repiten:
“Se puede ser feliz”.
Y sin embargo,
en la fotografía de tu perfil,
herida,
con los ojos hinchados,
te enjugabas las lágrimas.
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