Naufragará
noviembre en la ciudad sin puerto del futuro. Su llovizna mezclará los papeles caídos, la grasa de los automóviles, los jirones de plástico... migajas del otoño que devorarán palomas mutantes.
Y tampoco esa vez, en el mañana, la nieve habrá llegado.
No palpará las calles su memoria de un blanco de otro
mundo,
ni añadirá su peso a los objetos hasta hundir nuestros
pies, como raíces
sobre esta tierra seca y arrugada, agónica de riego por
goteo.
Faltarán esos gramos necesarios sobre nuestras espaldas
para pisar un tiempo idéntico en pobreza, mas no en frío, donde había algo
nuestro, recóndito, escondido.
Caeremos en la cuenta justo cuando el invierno se haya
vuelto inexorable
y los telediarios, una fotografía (propaganda orwelliana de niños arrojándose los copos).
Aquí no ocurrirá. Su imagen, tan real, proyectará un vacío sobre el gris del asfalto al paso de las máquinas.
En un futuro próximo nuestra generación, crecida en un sutil anhelo apocalíptico, elevará sus brazos a los flashes, rogando una abducción depuradora por siempre postergada.
En un futuro próximo nuestra generación, crecida en un sutil anhelo apocalíptico, elevará sus brazos a los flashes, rogando una abducción depuradora por siempre postergada.
Los engendros mecánicos irán exterminándonos
con sus láseres. Milagroso relámpago
con sus láseres. Milagroso relámpago
de una muerte sin brújula, ausente de heroísmo,
veloz y democrática.
veloz y democrática.
Por la megafonía, doblando las esquinas de esa ciudad
lejana, escapará una música, repitiendo que el blanco es un allí, un viento en el
oeste frotando la memoria.
Con voz atronadora, en los oídos de los supervivientes retumbarán instrucciones concisas para una paz como ésta, la de ahora.
Con voz atronadora, en los oídos de los supervivientes retumbarán instrucciones concisas para una paz como ésta, la de ahora.
Al fin se hará el
silencio, tras el toque de queda.
Aguardarán las máquinas a recoger los cuerpos en la noche
esparcidos.
Mientras tanto, ojos por las ventanas.
En los televisores, y en los ciberespacios, goteará el ruido de fondo de la nieve,
o aquello que las máquinas pensaban que lo era.
En los televisores, y en los ciberespacios, goteará el ruido de fondo de la nieve,
o aquello que las máquinas pensaban que lo era.
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