2007-03-15

Castigá por mentirosa


Acabo de llegar de un viaje más o menos largo por el Río de la Plata. En el avión- milagros del overbooking- me dieron oportunidad de leer un puñado de periódicos españoles tomando una copita de Barón de Ley gran reserva. Paladeando esta bienvenida inesperada a la Patria, lo que leí me devolvió a un país más o menos en el mismo impás en que lo dejé y en el que, a regañadientes, poco a poco estoy entrando, para seguir nadando por él y, a poder ser, ser feliz. España es un ritmo, una histeria, un conflicto, una bronca permanente que se mama en la dureza del acento, en el tono de la voz. Incluso más allá de lo que puede leerse en los periódicos, hay como una violencia aprendida, algo inserto en nuestro código genético-cultural, que atraviesa edades y estupideces provinciales, autónomas y nacionales, agravado en esta tan a menudo mal llamada postmodernidad y con los oportunismos políticos de uno y otro signo.

Pero España es también, a la vuelta de la esquina, un valle que desemboca después de muchas curvas en un horizonte azul y soleado, con jubilados comiendo un arroz en un chiringuito de Almuñécar, riéndose con familiares y amigos, al lado de la mesa de una pareja que estudia antropológicamente el menú obviando las faltas ortográficas en la versión alemana o francesa de la carta, en manga corta y bermudas un 3 de marzo de 2007. O también una señora, ama de casa, orgullosísima ella, que mira a través de unas gafas ahumadas exhibiendo en “España directo”, delante de las cicatrices terribles de su propio pasado, el resultado de su curso de encaje de bolillo desde un pueblito cercano a Ribadesella.

Por eso, uno se ríe cuando los argumentos se montan sobre los argumentos, y las mentiras se suben sobre otras mentiras, cuando uno escucha el enardecimiento de mileuristas cabreados con su gobierno o con su oposición hasta el borde de perder amistades con el dueño del bar de la esquina o con otro mileurista que furibundo grita “sacáis un asesino a la calle”, “vosotros a 60”, “pero al menos no hicimos los Gal”, “pero sí que os inventasteis la Guerra de Irak”, “¿Sí, pero no te acuerdas de los Gal?”, “mentisteis con el 11-M”, “pero vosotros vais a destruir España”, “la vais a destruir vosotros a base de ladrillo”, etc. Repitiendo un soniquete degradación del soniquete argumental previamente degradado, regurgitado, empaquetado y cuidadosamente estudiado para calar en el populacho, de tertulias radiofónicas en que se interpreta una comedia resuelta de antemano sin hondura ni elegancia retórica, con periodistas asalariados de los políticos que reproducen tras llamadas telefónicas el mismo discurso previsible día tras día, en nombre de las libertades y la pluralidad.

Esos políticos que debaten oídos sordos y todo boca, asesorados por individuos que cobran un puñado de miles de euros, producto acabado de esta sociedad neomediática, cara a la galería de los televidentes, han conformado una oligarquía en connivencia con empresarios, hechos a sí mismos o mafiosos, más o menos televisivos, altos y guapos o bajitos y rechonchetes, dueños o no de clubes de fútbol, que se telefonean al móvil para pedirse favores e invitarse a cenar en Zalacaín o en Siete Puertas o quedan en su casa en La Moraleja o para jugar al golf en Marbella, para repartirse la tarta, llámese como se llame, España, comunidad, autonomía, o identidad nacional.

Yo he sido otro mileurista más, cabreado, que ha entrado a su vez en esas discusiones de cafetería que hacen úlcera y ya no son por deporte. Y aunque mi perspectiva es momentáneamente algo más exótica y privilegiada que la de la media española- sigo tomando Barón de Ley gran reserva a 10000 pies de altura- me propongo construir para mí y los míos una realidad española un poco más sana para respirar todos los días, centrarme en aquellas construcciones que verdaderamente merezcan la pena. Recuerdo a un profesor de doctorado en cuya materia creo que nada aprendí, pero del que rescato una anécdota: decía que, indignado por las cosas que se decían por televisión, granadino él, colocó delante de su televisor un cartón en que se leía “CASTIGÁ POR MENTIROSA”. Ese sería un buen paso, si todos pusiéramos ese letrero frente al televisor seríamos como los chinos saltando al unísono. Hace falta, creo, de vez en cuando mover esta cosa española de su eje mediático. Y hacerla gravitar alrededor de las necesidades reales de los ciudadanos, empezando por los que peor lo llevan.

3 comentarios:

Álex Chico dijo...

Recuerdo la anécdota y comparto (en parte) lo que bien dices. Ojalá frecuentaras más a los otros y actualizaras con asiduidad. Un abrazo. álex.

Jesús dijo...

Y a lo mejor hace falta que el "post" se moje más, bueno, adelante: lo que está haciendo el pp es vergonzoso y peligroso. Pero en fin, el post va de otra cosa, de cómo la gente corriente hereda los cabreos flotantes que consumen por televisión, mientras los que los promueven piensan en cómo llenarse los bolsillos o en cómo ser reelegidos la próxima vez.

Anónimo dijo...

Lo que queda claro es que con esa actitud lo que se está logrando es alejar a los ciudadanos de lo que debería ser la verdadera política: diálogo y no enfrentamiento... Los del PP creen que el poder les pertenece, y se enfurecen porque las urnas se lo "arrebataron"... Afortunadamente hemos aprendido a valorar la democracia, pero las heridas siguen frescas, y el PP no dudará en ahondar en ellas para lograr lo que considera que es suyo por una especie de "gracia divina".. Miedo me dan... Mariajo

"Sin embargo yo creo que aquel niño se fue con ellos y todos juntos viven con otras personas y es a ellos a quienes los muebles recuerdan. Ahora yo soy otro, quiero recordar a aquel niño y no puedo. No sé cómo es él mirado desde mí"

Felisberto Hernández, "El caballo perdido".