2008-02-16

Gestionar la muerte


La decrepitud y la vejez son dos realidades de por sí difíciles de gestionar, como la muerte. Difíciles para quienes en primera persona deben enfrentarlas. Difíciles para quienes tienen que gestionar el sufrimiento del otro, su dolor, su pérdida, sus deudas, sus problemas irresueltos. Difíciles porque con el deterioro o la muerte del otro también se mueren otros, se cortan vínculos que nos mantenían a flote, se retuercen raíces, se cuestionan planteos, la vida de todos sale del eje alrededor del cual se la había hecho girar, y se buscan culpables a quien culpar, culpables subsidiarios para justificar nuestra rabia, la rabia que somos. Sé de lo que hablo, desgraciadamente, en carne propia. Por eso comprendía a mi amigo cuando hablábamos subidos en el coche, y me contaba cómo, enterrada su madre, ha debido hacer frente a una muerte peor para él, la muerte en vida de su hermana.

Mi amigo y su esposa cuidaron de la madre de éste, víctima de un Alzheimer, la llevaron a vivir con ellos y sus dos hijas, y la acompañaron y la consolaron lo mejor que supieron y pudieron, respetando los deseos que ella tuvo siempre, que fue vivir con ellos, soportando entre otras cosas que llamara a sus hermanos contándoles- ¡pobre!- cuando estaba enferma, que en casa de mi amigo la maltrataban y que por favor se la llevaran. Aunque sus hermanos estuvieron de acuerdo en que ellos se hicieran cargo y les apoyaron, cuestionaban de muchos modos decisiones que mi amigo tomaba, juzgando si era o no correcta la forma en la que mis amigos hacían las cosas. La muerte en vida de su hermana ha venido ocurriendo desde siempre, desde hacía mucho tiempo, aunque él no lo sabía- me contaba- por razones que se remontan río arriba de la vida hasta la infancia, adonde no se puede ir a arreglarlas. Aunque mi amigo tiene una buena relación con su hermano, su hermana, que incluso ha llegado a pedirle cuentas de en qué se ha gastado el dinero de su madre, teniendo incluso la desfachatez de inventar y dar por hecho que se lo había gastado en caprichos para sus hijas, le ha herido de manera inimaginable. En fin, una historia triste y, sobre todo, amarga.

Puede ser que, al ser mujer, su hermana se sintiera culpable por no ser ella quien cuidó de su madre, puede ser que sienta celos de su cuñada pensando que ésta ocupaba su lugar en el corazón de su madre, puede ser- ojalá- que después de mucho tiempo las heridas sanen y los tres hermanos puedan de nuevo sentarse juntos, abrazarse de nuevo, perdonarse. “Quizás algún día...”- le decía, y mi amigo me interrumpía: “Te digo que mi hermana ha muerto, porque el día en que me siente de nuevo con ella, mi hermana ya no estará ahí”.
Mi amigo ya no quiere reencontrarse con lo que su hermana es ahora. La hermana de mi amigo ya no existe.

Me quedé pensando mucho en lo que me decía mi amigo. Me resisto a creer que los hermanos “se mueran”, que nunca se puedan reconciliar, pero es cierto que los hermanos pueden acabarse, al menos, ese hermano que colorea el corazón de uno y los años más felices de la vida, y quizás no sea ni bueno ni malo, sino inevitable.

Después de que mi amigo se bajó, guardé uno de esos silencios opacos durante el resto del trayecto camino a casa, procurando no ver mi rostro en el espejo retrovisor, esperando abrir la puerta de casa para encontrar a mi familia para comprobar algo. Por suerte, estaban ahí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dicen que la familia no se elige. (No estarán de acuerdo con esto los que creen en la reencarnación pues aquí las almas sí elegirían sus familiares) Yo creo que formar, crear y "criar" una familia no es fácil. Los padres cuando tenemos a nuestros hijos pequeños, fantaseamos con un futuro ideal para ellos, que sean buenos estudiantes, que tengan una profesión o un trabajo que les permita vivir "bien" o con el que se sientan realizados. Los padres también solemos pensar los hijos adolescentes o jóvenes y adultos, integrando o participando del grupo familiar "normalmente" o sea sin problemas importantes entre ellos. Fantaseamos (porque la realidad nos la va a ir mostrando el futuro día a día)con un proyecto de familia donde los afectos primen. Donde la envidia, celos, competencia, y demás actitudes negativas que puedan lastimar no existan. En cambio, que haya unión, ..."los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera, tengan unión verdadera, en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de afuera"- dice el Martín Fierro. Los padres imaginamos la unión afectuosa, el compañerismo y el respeto mutuo entre sus hijos adultos.

Ya la biblia nos muestra la pelea entre los dos primeros hermanos de la humanidad y como fueron destruídos por la envidia, los celos. Escribiendo esto me parece interesante reflexionar sobre ello...qué mensaje nos quiere dar Dios con esto? Los padres somos impotentes ante los inadecuados, malos, perjudiciales quereres de nuestros hijos adultos? Yo recuerdo que muchas veces les repetí a mis hijos cuando eran niños "los hermanos siempre tienen que quererse mucho y ser amigos", quizás debido a que con mis hermanos yo había sufrido esa carencia.

Ahora bien, las personas adultas tenemos nuestras miserias, tenemos nuestras metas e intereses en la vida. Y todos los hijos son diferentes, como todas las personas son diferentes. Cada persona adulta tiene el derecho y el deber consigo mismo de elegir el camino que desea para sí. La pérdida y el cambio de valores afecta también las relaciones entre hermanos cuando son adultos y comienzan a elegir. Y así como el vecino de al lado puede tener más interés en comprarse un coche último modelo que en disfrutar a su familia, así mi hermano puede tener más interés en lo que pueda sacar de la herencia de mi madre que de los afectos fraternos...

Creo que el corazón del hombre es contaminado por intereses que puyeden destruir, lastimar aquello que en definitiva no tiene precio, que no se puede comprar, "el amor", "el afecto". Y sin esto qué poco tenemos. Los bebés cuando no son acariciados, cogidos en brazos, cuando no reciben amor, se enferman y pueden llegar a morir. Cuando alguien quiere mucho a un amigo le llama "hermano!".

A los amigos sí los elegimos, nos sentimos identificados con ellos y pensamos que siempre podremos contar con ellos.

Leí por ahí que los familiares son personas que si no fuera por esto, no hubiéramos tenido oportunidad de conocer. Más allá de las decepciones, de los vacíos de afecto, de las ausencias, creo que habrá que preguntarse "qué tengo que aprender yo de ésto?" y aceptar que son como son ellos, y somos como somos nosotros. Y que no hay familia ideal pero quizás después del chapuzón de agua helada podremos enriquecernos valorando y regocigándonos con otras personas que sí están.

Cariños
Ramona

"Sin embargo yo creo que aquel niño se fue con ellos y todos juntos viven con otras personas y es a ellos a quienes los muebles recuerdan. Ahora yo soy otro, quiero recordar a aquel niño y no puedo. No sé cómo es él mirado desde mí"

Felisberto Hernández, "El caballo perdido".