2011-06-19

Un cuento chino


Plan de viernes. La última de Ricardo Darín, Un cuento chino, una película divertida con una excelente interpretación de Darín y de un actor taiwanés afincado en Argentina, Ignacio Huang, haciéndose el chino, formando una pareja con química.

El orientalismo argentino, bastante importante en los ochenta y noventa en literatura (Una novela china o La guerra de los gimnasios, La perla del Emperador, el conocido como grupo Shangai de novelistas, y recientemente "Un chino en bicicleta", de Ariel Magnus), quizás no haya tenido su contrapartida cinematográfica en la misma medida.

Me hizo acordar por momentos a Amelie y su poética surrealista, hecha de coincidencias asombrosas y reacciones en cadena, aunque sin los vuelos imaginativos del film francés. Y a la estética de cómic de humor a lo Mortadelo y Filemón (los personajes de la embajada china, el falso Ta Po, y sobre todo el "pelotudo" que pone siempre pegas en el mostrador de la ferretería). El personaje histriónico, el ferretero De Cesare, es el Jack Nicholson de Mejor imposible excombatiente de Malvinas, Bill Murray en el Día de la Marmota de su deserción del ejército y la muerte de su padre, un individuo aferrado a la muerte de sus seres queridos, para el que anclarse a los ritos solitarios que demuestran el absurdo de la vida vuelve más sencilla la supervivencia, absuelve al individuo de tener que lidiar con las decisiones que tienen que ver con lo que realmente merece la pena. El cine argentino (y uruguayo) se complace en una dialéctica de la presencia en la ausencia, el retrato del pasado como una sombra sobre el presente, algo que en la película se manifiesta en la estética de los objetos, los muebles el fiat 1500 del protagonista, los teléfonos de los ochenta, obsolescencia programada para reforzar la propia obsolescencia del protagonista. Las conexiones con Malvinas quedan referidas como confesión en el momento dramático álgido de la película (recurso que a mí no me ha gustado), pero no se exploran en profundidad, y noté en la película un hecho compartido con buena parte de la producción narrativa y fílmica reciente en Argentina, Malvinas se segmenta de la dictadura argentina como contexto que le da sentido y pasa a vincularse a una experiencia individual o familiar, sin una exploración de lo colectivo del fenómeno, a diferencia, creo, de la filmografía de una generación anterior. Un cuento chino reflexiona sobre las consecuencias de una guerra en la intimidad del individuo, y no sobre la dictadura argentina.

La película de Sebastián Borenzstein explora la temática de la incomunicación, la identidad (es), el sinsentido/sentido de la propia existencia, en tono de comedia (lo cierto es que la película se ve con una sonrisa en los labios), y tiene gag impagabales, como los momentos a la mesa mano a mano Huang y Darín, comiendo asado de criadillas, morcilla y chorizo. Sin ingenuidad, "Un cuento chino" termina proyectando una solución optimista (aunque evidente). La vaca de Huang y el chino de Darín, que son lo mismo, golpean a los individuos obligándolos al movimiento, a catalizar una reacción, a vivir, aunque resulte doloroso poner a funcionar los engranajes de la vida. Un consolador "Nada se pierde, todo se transforma".

Hoy sábado, un rato de Borges 2.0., y un rato de playa (chiringuito incluido), mañana algo de curro, parque y... ah, por supuesto, a las 19:00h Jardín de Floridablanca, manifestación contra el Pacto del Euro... ¡no falten! Un fin de semana completito.

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"Sin embargo yo creo que aquel niño se fue con ellos y todos juntos viven con otras personas y es a ellos a quienes los muebles recuerdan. Ahora yo soy otro, quiero recordar a aquel niño y no puedo. No sé cómo es él mirado desde mí"

Felisberto Hernández, "El caballo perdido".