2007-02-16

París


París parece mirarnos con un ojo magnífico. Enseguida uno sabe que está cerrado o, en realidad, nos atraviesa y se pierde en su propio cuerpo. París es un ojo para ser mirado. Y uno, pese a todo, juega a querer sentirse en el derecho de encontrar ese París literario, de espacios (pos)modernos, jugar a ser otra vez un flanêur que ejerce su sacerdocio y repite una vez más el rito de sus oraciones: "Oremos: Horizonte Vertical, Tour Eiffel, ilumínanos ahora con tu rayo divino. Cúbrenos los ojos de electrones y derrama tu vaso de rocío por tus cables hasta nuestras venas. Deténnos ahí, en el punto exacto en que el sueño tropieza con su realidad, para disolver cualquier angustia en la fascinación geométrica de tus Campos Elíseos. Raya el agua del Sena como un faro nocturno, toca nuestros labios como Doisneau, congélanos también en una de tus fotografías, déjanos mirarte en los rostros anónimos bajo la lluvia sobre los adoquines de la gente atravesando la Concordia, ámanos sin pasión en la habitación aquella de una pensión sin baño en Saint Nazaire, hazte música de hierros y maderas en el RAR de regreso de Charles de Gaulle a la Gare de Lyon, pare de nuevo lo que ya no existe y entre todos inventaron, hazlo coincidir en este oxígeno gris de los pulmones por Boulevard Saint Germain, déjanos llorar en el bajo sin ventanas de un cibercafé junto al albergue de Clichy, imaginando del otro lado de los muros el blanco oriental de Mont Martre, salpicado de escaleras con vendedores argelinos y mendigos rumanos. Siempre sintiendo, la presencia fálica y a la vez femenina, intuyendo tu frío orgiástico aunque ahí no pueda vérsete, saliendo de los pubs irlandeses del Quartier Latin. No eres blanda, rebotas, dura, no existes, para nadie, para todos, calor, vapor, temblor bajo la lluvia de octubre deshaciéndose. Cremas, azúcares y hierro. Paraguas y boinas que huyen. Perspectiva pura. Ruega por nosotros. Retina por encima del amor. Danos una tregua ahora, el tiempo que dura el humo del chocolate a la taza en las mesitas redondas del Café du Pain, cada uno de los besos enamorados y cada uno de los flashes de las cámaras digitales sobre los puentes del río, duerme en nuestra memoria y desaparece, despacio, en la carne interior del corazón, maravillosa ciudad de todos los caprichos, de todas las infamias, de todas las locuras. Amén". Pero la ceremonia se termina; tu vuelo sale mañana. Te desvistes mentalmente de la túnica y caminas hacia la boca de metro, mirando por última vez las buhardillas- bajo el cielo gris- de los edificios de cuatro pisos. Piensas que siempre hay un vuelo en algún momento que sale. Y París, en silencio otra vez, no se acaba nunca y, de nuevo, tampoco será para ti.

3 comentarios:

N dijo...

Entre cineastas y literatos, habéis conseguido que a todos siempre nos quede París y, aun si haber estado en ella, sintamos nostalgia.
Gracias por acercarnos un poco. Quiero que ese vuelo llegue.

Anónimo dijo...

enjoy watercolor painting and fine art at: www.mediamalek.com

Anónimo dijo...

Hola! Me ha encantado el retrato que has hecho de París, y cómo transmites su complejidad y efervescencia a través del lenguaje. Has sabido captar tanto las imágenes reales como las imaginarias o inventadas, aquellas que hacen que París sea un sueño para muchos, pero también una pesadilla para tantos... Muchos besotes desde Montpellier, Mariajo

"Sin embargo yo creo que aquel niño se fue con ellos y todos juntos viven con otras personas y es a ellos a quienes los muebles recuerdan. Ahora yo soy otro, quiero recordar a aquel niño y no puedo. No sé cómo es él mirado desde mí"

Felisberto Hernández, "El caballo perdido".