2009-10-01

I+D


Viene siendo habitual, pero por ello no menos vergonzoso, que los investigadores de todas las áreas del saber, los científicos- entre los que me incluyo-, se vean forzados a superar toda serie de obstáculos para desarrollar su investigación. La nula consideración social, el escaso prestigio de quien se dedica a estos menesteres, se fundamenta en un estereotipo que funciona en nuestra sociedad. Desgraciadamente, la consideración fantasiosa del investigador en bata blanca, como una rara avis, una excepción o un objeto decorativo, predomina en el pensamiento de buena parte de los trabajadores, ciertos funcionarios de la administración y, lo que es más grave, los políticos (éstos últimos con un nivel de estudios irónicamente más bajo de lo mínimamente exigible en un país del llamado Primer Mundo). En su mejor versión, los exóticos trabajadores de la investigación son tolerados como una subespecie del ser humano que añade una pincelada a la sección de curiosidades de los informativos. Pero, en su peor versión, el prejuicio contra los investigadores puede formularse así: “el investigador es un niñato, generalmente enchufado, que como no tiene ganas de trabajar o no tiene en qué ocupar su tiempo, prolonga su vida universitaria unos añitos, gracias a la subvención pública que pagamos el resto de trabajadores (que sí estamos levantando el país)”. Y los individuos a los que define esta frase se los puede reunir en torno a la etiqueta de “p… becarios”. Puesto esto por escrito, se visualiza hasta qué punto es urgente que esta frase deba ir pareciéndonos poco a poco tan de juzgado de guardia como llamar a los homosexuales enfermos pervertidos o decir que el lugar donde deben estar las mujeres es en su casa, atendiendo a los críos. La cuestión es que este prejuicio tiene forzosamente que estar debajo de las mentes de quienes han diseñado los presupuestos de este año. Y a su vez estas mentes excelentes y privilegiadas de seguro han calculado que este prejuicio anida en el inconsciente de la mayoría de la población de este país.

Para la mayoría, el I+D no es más que la suma de dos letras. De lo contrario, no se explica cómo la inversión en I+D, no sólo no aumente, sino se reduzca un 17%. ¿Dónde está ese famoso cambio de modelo productivo de ZP? ¿Dónde está la promesa de una apuesta por la investigación con la que este gobierno llegó al poder? Estos días he oído a diferentes ministros haciendo referencia a la subida del número de becas. No entiendo. O se nos está mintiendo descaradamente, o es que las cifras se maquillan, se dan vuelta y vuelta, hasta que no somos capaces de entender nada. Las becas, becas, las de investigación, las que dan continuidad a la carrera investigadora de un individuo, no es que hayan disminuido, sino que en algunos casos se han suprimido. Un ejemplo que nos afecta a muchos: las becas postdoctorales de perfeccionamiento del MEC, que se convierten en imprescindibles en áreas como las humanidades o las ciencias sociales, han sido suprimidas por completo. Se las esperaba en junio, y aún no han sido convocadas. Lejos de ser algo extraño esto es una práctica habitual de nuestros gobiernos (no sólo nacional, la Junta es una experta). La triquiñuela es así: como no quiero invertir dinero en investigación, tiro la pelota adelante y demoro en convocar las ayudas unos… 6 meses. El proceso para su resolución son otros 5 meses más. En total un añito. En ese tiempo, busco de dónde sacar el dinero, cuando las convoco, convoco menos de las que debo. En el lapso de demora habrá algún investigador que, harto de la situación de precariedad, o bien porque no tiene más remedio al quedarse sin prestación por desempleo, se marchará a EEUU, a algún país decente en Europa o simplemente habrá tirado la toalla, harto de zancadillas administrativas, quedando- como me dijo un profesor de la universidad de Duke una vez- “arrumbao”. Con suerte y esfuerzo, el investigador acabará reconvertido en profesor de secundaria o, en los peores casos, como auxiliar administrativo de algún laboratorio farmacéutico. ¡Voilá!: he aquí el modo en que dilapidan las energías y la inteligencia de los, no sé si mejores, pero al menos sí los más formados, jóvenes (o no tan jóvenes) de este país. No es necesario hablar de la famosa conciliación de la vida laboral y familiar, pues es de todos sabido que los que se dedican a la investigación son célibes o estériles.

Dicho esto, cabe añadir que la sensibilidad del principal partido de la oposición no fue mayor cuando estuvo en el gobierno, y la demanda de austeridad que va en su programa habría que preguntarse si también irá en este sentido. La fuerza de los votos se impone, mucho me temo, una vez más al sentido común.

No obstante, no me valen los que se apuntan a cerrar filas. Lejos de hacer crítica constructiva, se ve que es ahora, para muchos “progresistas”, el momento de salir a la palestra a “defender la alegría” presupuestaria, cuando hasta el diario El País retiró los botes salvavidas. En mitad de la tormenta se agradecen más ciertas fidelidades. Y parece que, cuando hay más urgencia, resulta más sencillo aparecer en según qué fotografías.

3 comentarios:

Bobby dijo...

Lo peor no es la falta de dinero... es el sistema, querido amigo.

Jesús dijo...

expláyate, primo.

Bobby dijo...

Jeje. No me tires de la lengua... que ya sabes por dónde voy.

"Sin embargo yo creo que aquel niño se fue con ellos y todos juntos viven con otras personas y es a ellos a quienes los muebles recuerdan. Ahora yo soy otro, quiero recordar a aquel niño y no puedo. No sé cómo es él mirado desde mí"

Felisberto Hernández, "El caballo perdido".