2010-05-28

Millones de personas pueden salir de la pobreza si cambiamos las reglas: sólo faltas tú


"Millones de personas pueden salir de la pobreza si cambiamos las reglas: sólo faltas tú", era el título de una campaña en favor del comercio justo de hace unos cuantos años (2002) a cargo de Intermon-Oxfam. En mi centro de trabajo aún sigue colgado de una pared ese "afiche". Es curioso cómo en nuestro simulacro de primer mundo, que estos años parece haber revelado parcialmente su verdadero rostro argentino, los objetos de las campañas quedaban lejos, como una lluvia del otro lado de la ventana que contribuía a adornar meramente la conciencia ciudadana. Ahora eso que llaman las leyes del mercado se ha impuesto una vez más, y la realidad ha emergido en medio de la realidad para apuntar hacia nosotros, como un tiburón dispuesto a acabar con su presa. No somos Grecia, oímos, pero la imagen de lo que somos ha cambiado. Habrá una generación de gente que quedará marcada por lo que estamos viviendo. Las ONG ahora parecen un lujo innecesario, seguramente, y no nos damos cuenta de que es precisamente por ese no saber quiénes somos y qué lugar ocupamos, por lo que importa ser con el otro algo único. El sálvese quien pueda y el habernos hecho los ojos a una realidad impostada nos ha hecho cansadamente renunciar a ser ciudadanos, si es que alguna vez lo hemos sido. Este país, como el resto de Europa, ha supeditado lo político a la cartera y ahora, con la crisis como excusa, viendo lo visto, el camino hacia la argentinización, hacia la consolidación de un estado predatorio, está más que abierto. Pero aquí es peor, aquí, economía sumergida mediante, ni siquiera hay la rabia o la indignación, el grito desesperado y estético de los verdaderamente pobres, el respaldo moral de una vaga conciencia de clase. Los ojos miran inquietos y al no buscar culpables lo que encuentran son chivos expiatorios sobre los que ejecutar la maniobra que nos dictan. Mas nadie- o casi nadie- se plantea cambiar las reglas.

Ojalá me equivoque y haya dinero para seguir colgando afiches en las paredes de mi centro de trabajo, para que las ONG no tengan que echar el cierre, cancelar proyectos y siga habiendo subvenciones para aquellos que claman contra el orden "natural" de las cosas. Un (des)orden que se llama neoliberalismo y que muestra a menudo- hoy sobre todo- la cara agria de los políticos a los que hemos votado. De lo contrario habremos perdido un poco más de eso que no computa, ni paga impuestos, ni tiene valor de mercado, pero nos dignifica como seres humanos. Porque aunque algunos nos hagan creer que el empobrecimiento global y las leyes de un comercio injusto sean tan inevitables como respirar, bien está que sigamos invirtiendo en quienes contra viento y marea quieren seguir convenciéndonos de lo contrario.

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"Sin embargo yo creo que aquel niño se fue con ellos y todos juntos viven con otras personas y es a ellos a quienes los muebles recuerdan. Ahora yo soy otro, quiero recordar a aquel niño y no puedo. No sé cómo es él mirado desde mí"

Felisberto Hernández, "El caballo perdido".